lunes, diciembre 04, 2006

Mi primer diente

Cuando uno es niño se ve enfrentado a varios acontecimientos, pero uno de los que siempre nos vamos a acordar es el hecho de comenzar a cambiar los dientes de leche. Yo recuerdo que se soltaban inesperadamente, como pruebas irrefutables de nuestro crecimiento. Y recuerdo también que los ayudábamos a soltarse y a veces los tironeábamos para que salieran de una vez. Había un poco de sangre; no todo era muy limpio. Había un poco de dolor; poquito; un poco de miedo. Había entusiasmo, no sé por qué si nos veíamos tan feos sin dientes.

Mi mamá guardaba los dientes en un frasco en su dormitorio. Incluso mis muelas del juicio estaban ahí. Ese frasco ahora es leyenda.

Mi hijo comenzó el camino de los dientes nuevos y conversamos harto rato antes de sacarle el diente que tenía suelto. En realidad, ya se lo había extraído y seguíamos conversando, pero él no se dio cuenta. Le saqué fotos. Le conté varias historias de cómo había cambiado yo los dientes. Nos reímos. Su hermana ya está preparada para el próximo año y así me lo dijo y además sabe que tiene que dejar el diente debajo de la almohada. Ella tiene todo pensado desde mucho antes. Tiene cinco años y ya me dijo que quería hacer clases e ir a la universidad y enseñar por todo el mundo. Nos reímos.

No muere el sueño