Marzo, aristas conocidas y desconocidas En este tiempo he estado un tanto alejado de la escritura en el blog, pues las aristas de marzo han impedido que me acerque a este espacio. Sin embargo, a modo de verificación de acontecimientos importantes, tanto o más que las cuentas, el trabajo, los estudios y más cuentas, hace unos días me dediqué a buscar algunos hechos ocurridos en este mes. Me encontré que el 2 de marzo de 1973 la editorial Quimantú publicó dos libros de Pablo Neruda, dignos de mejores causas por cierto, pues de poesía no hay mucho: Incitación al Nixonicidio y Alabanza de la revolución chilena. Un 5 de marzo de 1946 fallece el escritor Jenaro Prieto, autor de sabrosas novelas: Un muerto de mal criterio y El socio (libro mal utilizado en paganas actividades escolares). También un 5 de marzo de 1974 se publica Confieso que he vivido, un interesante anecdotario de Pablo Neruda. El 7 de marzo de 1952 se publica Hijo del salitre, muy buena novela del ilustre Volodia Teitelboim. El 10 de marzo aparece el libro de poemas Recogimiento, de Carlos Mondaca, un poeta de los olvidados, en esa sombra que crearon los grandes monstruos literarios chilenos. El 11 de marzo de 1973 murió Manuel Rojas. El 12 de marzo se publica el inmenso libraco antológico La selva lírica, de Julio Molina y Juan Agustín Araya, todo un clásico o una petulancia, según se mire. El mismo 12 de marzo se suicida Adolfo Couve, un gran escritor, muy fino, agudo, con un intenso poder metafórico. El 25 de marzo de 1910 nace Oscar Castro, rancagüino poeta. El 29 de marzo de 1993 muere Juan Luis Martínez, poderoso poeta de mucha influencia en la creación de los ochenta. Lamentablemente, este mes también está marcado por crueles asesinatos, los que hasta el día de hoy no tienen la tan necesaria justicia.
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miércoles, marzo 29, 2006
miércoles, marzo 01, 2006
Carlos Pezoa Véliz (1879-1908): “Mañana nadie se acordará de él”
Casi 29 años alcanzó a vivir Pezoa Véliz, un poeta relegado a veces a lecturas escolares y simplificado en su esencia poética. Es cierto que no vio en vida libros publicados, pero le dio a la lírica nacional un interesante aporte con sus poemas plenos de una conciencia social y una crítica aguda a la discriminación y a la indolencia frente al dolor de los más pobres.
Entre los que han escrito acerca de Pezoa Véliz, se encuentra Oscar Hahn, quien menciona que es el primer poeta chileno en conseguir establecer una voz propia de fisonomía inconfundible. En este sentido, si pensamos en poemas como “Nada”, “Tarde en el hospital”, “Entierro en el campo”, “El pintor Pereza”, entre otros, tal afirmación cobra una claridad objetiva, sobre todo si tomamos en cuenta que este poeta nace a la vida literaria en medio de un fuerte aire modernista, del cual muchos no lograron desprenderse.
Tarde en el hospital
Sobre el campo el agua mustia
cae fina, grácil, leve;
con el agua cae angustia;
llueve...
Y pues, solo en amplia pieza,
yazgo en cama, yazgo enfermo,
para espantar la tristeza,
duermo.
Pero el agua ha lloriqueado
junto a mí, cansada, leve;
despierto sobresaltado:
llueve...
Entonces, muerto de angustia,
ante el panorama inmenso,
mientras cae el agua mustia,
pienso.
Este poema es también de los clásicos de la literatura escolar, de aquellos textos que los profesores de castellano se encargaban de hacernos memorizar para luego repetirlos sin siquiera ingresar en su profundo significado. Vemos a un sujeto, solo, observando una realidad que es angustiante, más aun cuando llueve “agua mustia” (¿puede el agua ser mustia?). Hay en este poema una personificación del agua y una proyección del propio estado del poeta.
Hahn también señala que al enterrar a Carlos Pezoa Véliz, el diario Ilustrado expresó en una de sus notas que ya “mañana nadie se acordará de él”. Sin embargo, el tiempo se ha encargado de negar tal afirmación, incluso el poeta rockero Mauricio Redolés musicalizó el poema “Nada”, uno de los textos más conocidos de Carlos Pezoa Véliz. Si le hace justicia o no con su canto, no es lo importante, lo más trascendente es el reconocimiento hacia uno de los poetas que marcaron un hito en el camino que ha permitido que la gran poesía nacional fluya y crezca.
Casi 29 años alcanzó a vivir Pezoa Véliz, un poeta relegado a veces a lecturas escolares y simplificado en su esencia poética. Es cierto que no vio en vida libros publicados, pero le dio a la lírica nacional un interesante aporte con sus poemas plenos de una conciencia social y una crítica aguda a la discriminación y a la indolencia frente al dolor de los más pobres.
Entre los que han escrito acerca de Pezoa Véliz, se encuentra Oscar Hahn, quien menciona que es el primer poeta chileno en conseguir establecer una voz propia de fisonomía inconfundible. En este sentido, si pensamos en poemas como “Nada”, “Tarde en el hospital”, “Entierro en el campo”, “El pintor Pereza”, entre otros, tal afirmación cobra una claridad objetiva, sobre todo si tomamos en cuenta que este poeta nace a la vida literaria en medio de un fuerte aire modernista, del cual muchos no lograron desprenderse.
Tarde en el hospital
Sobre el campo el agua mustia
cae fina, grácil, leve;
con el agua cae angustia;
llueve...
Y pues, solo en amplia pieza,
yazgo en cama, yazgo enfermo,
para espantar la tristeza,
duermo.
Pero el agua ha lloriqueado
junto a mí, cansada, leve;
despierto sobresaltado:
llueve...
Entonces, muerto de angustia,
ante el panorama inmenso,
mientras cae el agua mustia,
pienso.
Este poema es también de los clásicos de la literatura escolar, de aquellos textos que los profesores de castellano se encargaban de hacernos memorizar para luego repetirlos sin siquiera ingresar en su profundo significado. Vemos a un sujeto, solo, observando una realidad que es angustiante, más aun cuando llueve “agua mustia” (¿puede el agua ser mustia?). Hay en este poema una personificación del agua y una proyección del propio estado del poeta.
Hahn también señala que al enterrar a Carlos Pezoa Véliz, el diario Ilustrado expresó en una de sus notas que ya “mañana nadie se acordará de él”. Sin embargo, el tiempo se ha encargado de negar tal afirmación, incluso el poeta rockero Mauricio Redolés musicalizó el poema “Nada”, uno de los textos más conocidos de Carlos Pezoa Véliz. Si le hace justicia o no con su canto, no es lo importante, lo más trascendente es el reconocimiento hacia uno de los poetas que marcaron un hito en el camino que ha permitido que la gran poesía nacional fluya y crezca.
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