La voz de los estudiantes
Iban marchando por Vicuña Mackenna, los había visto antes en la Alameda, entonando un cántico en el que rimaban las demandas y sus arengas. Los estudiantes están movilizados, se han hecho escuchar. No son niñitos. Son parte de la sociedad y están hablando. Y tienen que escucharlos…
A mí me tocó una época difícil al ser estudiante secundario. Estaba Pinochet y sus tentáculos en todos lados. Liceos intervenidos, escuelas dominadas, universidades arrasadas. En fin. En ese tiempo sonaba un tema del que siempre me acuerdo y que irónicamente decía “la censura no existe, mi amor” hasta quedar sin palabras. La censura efectivamente existía, a manotazo limpio, a patadas, hasta hacer callar, amordazando, construyendo una realidad paralela, limpia y obsecuente al gobierno impuesto por la fuerza.
Por lo menos ahora se puede hablar, sin temor a aparecer quemado, amarrado con alambres, baleado o simplemente colapsado de tanta persecución, de tanta bota y lente oscuro en las calles.
Que hablen los muchachos, que hable también la clase media a través de ellos. La Presidenta tiene que escuchar. Manipular de alguna forma ese equilibrio macroeconómico del que tanto hablan los ministros y los políticos oficialistas y opositores.
Los muchachos están dando lecciones a los más grandes. Hay un mensaje que no se puede pasar por alto en la voz de los jóvenes. Hay una realidad que debe ser construida a partir de las miradas de los estudiantes.
Iban marchando por Vicuña Mackenna, los había visto antes en la Alameda, entonando un cántico en el que rimaban las demandas y sus arengas. Los estudiantes están movilizados, se han hecho escuchar. No son niñitos. Son parte de la sociedad y están hablando. Y tienen que escucharlos…
A mí me tocó una época difícil al ser estudiante secundario. Estaba Pinochet y sus tentáculos en todos lados. Liceos intervenidos, escuelas dominadas, universidades arrasadas. En fin. En ese tiempo sonaba un tema del que siempre me acuerdo y que irónicamente decía “la censura no existe, mi amor” hasta quedar sin palabras. La censura efectivamente existía, a manotazo limpio, a patadas, hasta hacer callar, amordazando, construyendo una realidad paralela, limpia y obsecuente al gobierno impuesto por la fuerza.
Por lo menos ahora se puede hablar, sin temor a aparecer quemado, amarrado con alambres, baleado o simplemente colapsado de tanta persecución, de tanta bota y lente oscuro en las calles.
Que hablen los muchachos, que hable también la clase media a través de ellos. La Presidenta tiene que escuchar. Manipular de alguna forma ese equilibrio macroeconómico del que tanto hablan los ministros y los políticos oficialistas y opositores.
Los muchachos están dando lecciones a los más grandes. Hay un mensaje que no se puede pasar por alto en la voz de los jóvenes. Hay una realidad que debe ser construida a partir de las miradas de los estudiantes.