Las vacaciones
Está a punto de llegar marzo y con él, se nos viene el fin del verano. Lo supe porque en la tele están hablando de los créditos de consumo, del Transantiago, de los escolares, de la agenda de la Presidenta, del gabinete, de los tacos. También lo sé porque mi santa esposa (ella se merece ese apelativo, créanme) está de cumpleaños justo el 28 de febrero.
Vacaciones en familia, holgazaneo en patota. Sin computador ni celular ni internet ni nada que me recordara el trabajo. Al contrario, pura piscina, río, termas, más piscina, comida, bebida, dormir, levantarse tarde, acostarse tarde, no levantarse, manejar poco. Eso sí, televisión satelital para calmar los vacíos de entretención apelando en esos momentos a los padrinos mágicos, brandy y el señor bigotes, lazy town, el dragón occidental, mickey mouse, bob el constructor, los power ranger. Gracias discovery kids, disney channel, jetix. De pronto también alguna llamada para saber cómo está mundo. En fin.
Asimismo, me dedique a buscar cierta música que recordaba, pero que perdí con los cambios de casa y los cambios de tecnología. Claro, cuando yo era un púber quinceañero no existía el mp3. Sí, no existía el mp3 ni el messenger. ¿Cómo podíamos vivir? Copiando Cd’s en una operación que ahora da risa, por lo demorosa. Sobrevivíamos escribiéndonos ciertos mensajes en los cuadernos, cartas imposibles en papeles manoseados, mensajes telefónicos, usábamos tanto el teléfono que a veces teníamos que invertir nuestra mesada en ayudar a pagar la cuenta. No había messenger, no había. El celular era super caro y no tan masivo como ahora.
Durante el año pasado y en estas vacaciones, les compré varios libros a mis hijos y se hicieron un rincón en mi mueble de biblioteca. “Pero papito si tú nos compraste los libros, nosotros tenemos que hacer nuestra biblioteca, así que esta parte es de nosotros y la otra es tuya”. Será, pues. Aprendieron a usar algo de internet, que sirve para los trabajos de la escuela y que sólo pueden jugar o buscar dibujos u otras cosas si es que no hay tareas; si hay tareas, internet se usa para hacerlas.
Hay otras cosas, hartas. El mayor de mis hijos sigue cambiando los dientes. Además, les estuve enseñando a nadar y jugar pimpón y andar en bicicleta y lanzar piedras para que reboten en el agua y jugar al yoyo y al trompo y al fútbol. Hartas cosas, ellos están más grandes, somos más amigos. La pasamos bien. Estas vacaciones fueron super buenas.
Está a punto de llegar marzo y con él, se nos viene el fin del verano. Lo supe porque en la tele están hablando de los créditos de consumo, del Transantiago, de los escolares, de la agenda de la Presidenta, del gabinete, de los tacos. También lo sé porque mi santa esposa (ella se merece ese apelativo, créanme) está de cumpleaños justo el 28 de febrero.
Vacaciones en familia, holgazaneo en patota. Sin computador ni celular ni internet ni nada que me recordara el trabajo. Al contrario, pura piscina, río, termas, más piscina, comida, bebida, dormir, levantarse tarde, acostarse tarde, no levantarse, manejar poco. Eso sí, televisión satelital para calmar los vacíos de entretención apelando en esos momentos a los padrinos mágicos, brandy y el señor bigotes, lazy town, el dragón occidental, mickey mouse, bob el constructor, los power ranger. Gracias discovery kids, disney channel, jetix. De pronto también alguna llamada para saber cómo está mundo. En fin.
Asimismo, me dedique a buscar cierta música que recordaba, pero que perdí con los cambios de casa y los cambios de tecnología. Claro, cuando yo era un púber quinceañero no existía el mp3. Sí, no existía el mp3 ni el messenger. ¿Cómo podíamos vivir? Copiando Cd’s en una operación que ahora da risa, por lo demorosa. Sobrevivíamos escribiéndonos ciertos mensajes en los cuadernos, cartas imposibles en papeles manoseados, mensajes telefónicos, usábamos tanto el teléfono que a veces teníamos que invertir nuestra mesada en ayudar a pagar la cuenta. No había messenger, no había. El celular era super caro y no tan masivo como ahora.
Durante el año pasado y en estas vacaciones, les compré varios libros a mis hijos y se hicieron un rincón en mi mueble de biblioteca. “Pero papito si tú nos compraste los libros, nosotros tenemos que hacer nuestra biblioteca, así que esta parte es de nosotros y la otra es tuya”. Será, pues. Aprendieron a usar algo de internet, que sirve para los trabajos de la escuela y que sólo pueden jugar o buscar dibujos u otras cosas si es que no hay tareas; si hay tareas, internet se usa para hacerlas.
Hay otras cosas, hartas. El mayor de mis hijos sigue cambiando los dientes. Además, les estuve enseñando a nadar y jugar pimpón y andar en bicicleta y lanzar piedras para que reboten en el agua y jugar al yoyo y al trompo y al fútbol. Hartas cosas, ellos están más grandes, somos más amigos. La pasamos bien. Estas vacaciones fueron super buenas.