jueves, julio 14, 2005

Dylan Thomas y luego Rilke, el joven

El sonido de las palabras antes que su significado. La esmerada erudición puede disecar un poema en rebusca de lo que hace que dicho texto sea poético. Pero, parafraseando a Dylan Thomas, el misterio de las palabras perdura más allá de aquello que hace técnicamente rico a un poema.
Estoy leyendo a Dylan Thomas y luego leeré a Rilke, el más joven, antes de las Elegias de Duino. Ese Rilke que decía que uno tiene que preguntarse en la hora más solitaria si es necesario escribir y si la respuesta fuera afirmativa, dedicarse a construir la vida según esta necesidad. Es decir, no preguntar a otro más que a sí mismo si es necesario tomar el camino de las palabras. Por ahí vamos.
Está nublado, el ambiente se puebla con la música de Astor Piazzolla.

No hay comentarios.:

No muere el sueño