Libreros
Hay muy buenas librerías en Santiago, tanto especializadas como generales. Se han preocupado de implementar bases de datos y sistemas computacionales y todas las cosas que la tecnología aporta para el desarrollo y dar de esta forma una atención más expedita y eficiente. Sin embargo, ¿quién no ha frecuentado alguna vez una librería de viejos? Me refiero a esas donde los libros están ahí dando vueltas, insinuando una mirada, extendiendo una invitación a la lectura, a la historia, a los diferentes mundos que ahí se entrecruzan.
Desde que estaba en el liceo visito diferentes librerías; pero ir a las librerías de viejos –que hay muchas en la capital- es todo un panorama. Ahí he encontrado libros agotados, ediciones limitadas, firmadas en algunos casos, revistas, diarios, más libros y más revistas. También he encontrado autoediciones de poetas que dejan sus libros por si alguien se interesa y se los lleva, aunque sea por una módica suma, que a veces es hasta regalado.
Si bien los libreros de viejos tienen cierta preparación, incluyendo universitarios y escritores propiamente tal, su mayor acopio de cultura literaria se ha hecho en el camino del negocio. Eso es fantástico. Es muy agradable conversar con ellos, por lo menos con los que conozco, y ver que el encanto de los libros y de los autores alcanza a tocarlos y estremecerlos.
Recuerdo a uno en particular que he llegado a visitar en su casa, porque es amigo de mis padres. El no tiene murallas, tiene libros.
Hay muy buenas librerías en Santiago, tanto especializadas como generales. Se han preocupado de implementar bases de datos y sistemas computacionales y todas las cosas que la tecnología aporta para el desarrollo y dar de esta forma una atención más expedita y eficiente. Sin embargo, ¿quién no ha frecuentado alguna vez una librería de viejos? Me refiero a esas donde los libros están ahí dando vueltas, insinuando una mirada, extendiendo una invitación a la lectura, a la historia, a los diferentes mundos que ahí se entrecruzan.
Desde que estaba en el liceo visito diferentes librerías; pero ir a las librerías de viejos –que hay muchas en la capital- es todo un panorama. Ahí he encontrado libros agotados, ediciones limitadas, firmadas en algunos casos, revistas, diarios, más libros y más revistas. También he encontrado autoediciones de poetas que dejan sus libros por si alguien se interesa y se los lleva, aunque sea por una módica suma, que a veces es hasta regalado.
Si bien los libreros de viejos tienen cierta preparación, incluyendo universitarios y escritores propiamente tal, su mayor acopio de cultura literaria se ha hecho en el camino del negocio. Eso es fantástico. Es muy agradable conversar con ellos, por lo menos con los que conozco, y ver que el encanto de los libros y de los autores alcanza a tocarlos y estremecerlos.
Recuerdo a uno en particular que he llegado a visitar en su casa, porque es amigo de mis padres. El no tiene murallas, tiene libros.
8 comentarios:
Comparar un libro en esos viejos bazares siempre es toda una aventura...es algo muy preciado, conversar con las personas es como comprar además del un libro una historia anexa.
Un biko y que disfrutes el fin de semana.
Que buena Ernesto!!!
a mí me fascinan las librerías. De hecho tengo mi librería amiga que me ha surtido de innumerables pequeñas joyas de libros y revistas y una que otra reliquia.
Desde chicha mi papá me lleveba a comprar a esas casas llenas de libros, descubriendo los lugares reservados para los tesoros más preciados.
años más tarde, sin saber, tuve clases de teoría e historia del arte con su hija...un par de duendes que se alimentan de libros....
Ay qué melancolía, como que la calle San diego la he recorrido literalmente miles de veces (porque ahí nací y viví casi toda mi vida y ahí tenía su "tienda" mi abuela árabe)y me conozco sus escondrijos enlibrados y sus rincones enlibrecidos. Efectivamente es un placer conversar con los libreros, encargar cositas y que te pasen datos... toda una aventura en busca de tesoros. ah y las revistas viejas, las adoro.
Un abrazo!
Me gustan las viejas librerías, laberínticas en letras, y con alguien que verdaderamente nos puede enseñar.
No voy todo lo que quisiera. Las librerías tienen el poder de consumir mis horas y despertar el oscuro consumismo de desear lo que no puedo poseer.
Saludos,
Tino RO
Pd. Nunca me he considerado ingenuo. ¿El que siendo ingenuo no se reconoce como tal: Suprema Ingenuidad? (y así hasta el infinito con los idiotas, soñadores, utopistas... Etc.)
En el centro de la Ciudad de México existen varias de estas librerias, incluso recuerdo que en alguna de ellas compre mi primer libro de poesia :
"Sabines - Nuevo recuento de poemas"
El cual se convirtio en mi libro de bolsillo (por muchos años).
Actualmente me beneficio de la tecnología y leo libros en mi palm...pero sigo degustando tener un libro entre las manos y acariciar sus notas...
¡Saludos Ernesto y excelente inicio de semana también!
Esas liberias sin duda son exquisitas, el aroma de libros viejos es único, romántico, nostálgico... todos los libros con color de años, el papel es diferente, mas grueso, menos suave, me encantaría tener una librería asi en casa... gracias por evocar estas cosas. Hasta pronto!!
Hola pasaba a saludarte y a darte las gracias por los comentarios en mi blog, nos seguimos leyendo.
Elva*
Lo que amo de las viejas librerías es el olor. Ese aroma a hojas amarillas, desgaste, tiempo Tengo recuerdos notables de mi infancia recorriendo viejas bibliotecas. Averiguando temas de intereses bien variados.
Estoy de acuerdo con la tecnología y su ayuda en nuestras actuales y rápidas vidas. Pero no me gustaría ver morir las bibliotecas o tiendas en donde los estantes te permiten buscar y rebuscar tus intereses impresos.
Saludos
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