sábado, marzo 24, 2007

Cómo llegué a Oscar Castro: La vida simplemente

Llegué a Oscar Castro a través de los libros que había en la casa de mis padres. Sobre todo por uno de ellos, La vida simplemente (obra póstuma, 1951), una antigua novela que recomiendo leer y releer, pues da a conocer una realidad que aún podemos encontrar, a pesar de que el contexto histórico sea otro y que los avances de la economía y la globalización nos entreguen cada vez más ventajas competitivas.

Recuerdo que este viejo libro estaba entre los textos de la biblioteca familiar y comencé a hojearlo desde muy temprano, sin entender todavía aquel mundo que allí se narraba, una experiencia demasiado fuerte para un niño que hacía sus primeras armas en la lectura. Hoy con la distancia, puedo reflexionar lúcidamente en torno a la emoción que me producía en esos años de niñez leer un relato de tan intensa y cruda atmósfera.

La novela nos muestra la historia de Roberto, un niño con vivencias que poco o nada tenían que ver conmigo, sobre todo por la ingrata existencia que le había tocado vivir y los caminos tan escabrosos que se le pusieron por delante. Sentí un impacto inexplicable por la -a pesar de todo- sutil mirada de aquel niño que se colaba entre mis ojos -de niño también-, que recorría un mundo áspero, casi sin reglas, de delincuencia, fatalidad, de desprecio por los más pobres, de familias muy precarias, de abandono, en la trastienda de la ciudad, como una existencia latente allí en la sombra. No obstante, había ciertas luces en esta novela que daban algún grado de esperanza, como el encuentro con la lectura y el amor, aunque muy pronto apareciera la desilusión.

En La vida simplemente hay una entrañable raigambre social, una sintonía de Oscar Castro con el más profundo sentimiento popular, que le da la capacidad de retratar distintos tipos humanos que hasta hoy, tal como cuando Castro lo observó, coexisten en una realidad paralela a la de las brillantes luces de los mall, de las anchas y lindas avenidas, de las grandes construcciones, de los avances de la tecnología.

1 comentario:

cinearte1 dijo...

Ernesto:

He llegado hasta tu blog buscando información sobre La vida simplemente. Soy profesor y concuerdo contigo que esta obra es una belleza que hay que leer y releer y especialmente hacer que los niños y jóvenes conozcan las distintas realidades sociales intemporales, para que así valoren más lo que poseen.

Un gran saludo
Cristian

No muere el sueño