Ella miraba en silencio. No habría explicación para estar ahí. Ni siquiera habría excusa para un beso, ni para caminar por el parque, aunque fuera sin sentir el diálogo inocente de sus manos o la voz de su mirada. Una línea separaba irremediablemente sus pisadas. El agua de la fuente reverberaba reduciendo a silencio sus pensamientos. El Bellas Artes era un buen panorama. Mañana se verían de nuevo en el trabajo.
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