Hace mucho tiempo, antes incluso de estudiar literatura en la Universidad de Chile, en una de mis tantas campañas de intruseo doméstico, como decía mi mamá, me encontré una revista que se llamaba “Quilodrán”. Una vieja revista del año 1966, dirigida por Luis Rivano, que mi mamá guardaba entre sus libros y de la que podemos hablar en otro artículo. Allí, entre sus reseñas literarias, encontré una mención a uno de los libros recibidos por el director, “Poemas”, de Víctor Barberis, y se hacía alusión a que tenía un prólogo de Braulio Arenas (otro gran poeta) y había sido publicado en 1965 (libro póstumo).
Un dato curioso que recuerdo me llamó mucho la atención en ese momento fue que se refería a él, a Romeo Murga y a Alberto Rojas Jiménez, entre otros, como parte de una generación de poetas olvidados. Eso a mí, siendo un adolescente, me motivó muchísimo. Así que emprendí mi propia campaña en la búsqueda de estos poetas. Quiero compartir uno de los poemas de este libro:
Amor
He buscado una fuente de amor, y estoy sediento
Del agua turbia y fresca que nutre las raíces.
Como lana cardada por los dedos del viento
Se arrastran por el cielo las lentas nubes grises.
Amor –fruto maduro- no hay mano que te coja
Sin arañar el tronco ni desgarrar la hoja.
A trébol y a manzana
Huele el viejo jardín de la sabiduría.
La encontraré mañana,
Me digo cada día.
La tierra de mi huerta estará perfumada;
El agua de la noria, limpia y agradecida.
Mas, si te hallara un día, no te diría nada.
Y quedaría enfermo de ti toda mi vida.
Víctor Barberis nació en Talca en 1899 y murió en Santiago en 1963. En Santiago hizo su carrera universitaria y vio como su producción literaria recibía ciertos reconocimientos en el ámbito universitario, tal como el premio obtenido junto a Romeo Murga en la Federación de Estudiantes de Chile en 1923. Además, tuvo la oportunidad de compartir con todos aquellos intelectuales y artistas que deambulaban por el movido ambiente de la capital en la década de 1920.
En el prólogo que Braulio Arenas hace del libro Poemas, señala con mucho acierto que: “Nada han perdido estos poemas con el tiempo transcurrido. Tal vez, sí, a nosotros nos sacuda el cuerpo un breve escalofrío al pensar que ya no está su autor para leerlos en este libro”.
El destino quiso que cuando yo salí del liceo, ingresara a estudiar literatura y que mi tesis de grado tuviera como tema central a otro de los olvidados: Alberto Rojas Jiménez. Así también, mientras estudiaba tuve la suerte de que uno de los buenos amigos en la universidad, me obsequiara el libro “Poemas” de Víctor Barberis, que aún conservo entre los libros de mi biblioteca personal. Así se tejió la historia.