martes, mayo 31, 2005

Las palabras

Las palabras caminan sobre un filamento. ¿Cuál es el destino de las palabras? Nombrar, nombrar, nombrar. Tal cual lo hizo el verbo que flotaba lábil al comienzo.

lunes, mayo 30, 2005

En la ruta

Como perdido muchas veces me he dedicado a recorrer las calles de mi barrio. ¿Qué he descubierto? Que caminar sin rumbo cansa. Es ir y volver al mismo tiempo. Cansa. Y da exactamente lo mismo. Los rostros y las voces, las miradas palpitando en las plazas que entretejen la ciudad. Cansa. De pronto tal vez una vitrina distinta o un espejo con otra imagen que no sea la mía. Caminar sin rumbo cansa. Definitivamente

domingo, mayo 29, 2005

Mercado

Santiago es una ciudad llena de ideas. Eso creo. Me gustaría al menos que fuera así. De otra forma, Santiago sería tal como cualquier otra ciudad moderna y sin sentido. En Santiago hay gente buena y gente mala. Calles sucias y calles limpias. Sombras y sombras y sombras. Alguna luz también. Me gustaría que hubiera alguna luz en medio de tanta idea asombrosa. Allí están los mall llenos de voces y caras asombradas de tanta luz. Ah! por ahí de pronto se ven algunos poetas.

sábado, mayo 28, 2005

Mensaje

Mi hijo mayor que tiene cinco años me preguntó qué era el viento, porque él lo veía moverse como si estuviera corriendo de un lado para otro. Yo le contesté: "El viento es un caballo". Recordé con esta frase aquel día en que descubrí uno de los libros de Neruda que más me gustan por su simpleza, "Los versos del capitán". El primer poema que leí fue "El viento de la isla" y aquel primer verso ahora es parte de la voz de mi hijo.

viernes, mayo 27, 2005

La vida del aprendiz

Amanecí con deseos de postular a una beca para poder dedicarme de lleno a escribir poesía o una novela o un cuento. Tal vez pueda por fin cumplir con mi viejo anhelo de ser un escritor y dejar de ser sólo un aprendiz. Sí, voy a solicitar las bases en alguna oficina que se ocupe de personas como yo que queremos una beca y si no se puede, por lo menos que me den la posibilidad de ganarme un premio aunque sea pequeño. Eso sí, voy a conseguirme el nombre de alguno de los amanuenses que se encargan de soplar al oído los nombres de los elegidos, por si las moscas. Capaz que consiga algo.

jueves, mayo 26, 2005

Alberto Rojas Giménez, 71 años desde su muerte

Recuerdo que cuando terminé mi carrera de literatura en la Universidad de Chile debía presentar mi tesis para optar al grado de licenciado. ¿Cuál podría ser el asunto de mi tesis? Esta pregunta consumió largas horas de los días de ese tiempo. Llegué a la conclusión de que no me interesaba ninguno de los seminarios de tesis propuestos por los profesores así que me propuse crear mi propio seminario sobre Alberto Rojas Giménez.
Debo confesar que no sé muy bien cuándo llegué al tema. Fue de golpe. Como si de pronto estuviera allí diciendo "revisa mi poesía". De esta forma, fui a la escuela de literatura y comencé con los formulismos propios del ámbito académico y logré que se aceptara el proyecto. Así fue.
Alberto Rojas Gimenez fue mi tema durante mucho tiempo y el de otras personas también, las que me siguieron en mi obsesión. Creo que aún es mi tema, aunque no desde el punto de vista academicista ni anecdótico, pues hay otras personas que han recopilado textos y narrado historias sobre el personaje. Lo mío es sobre el poeta y su poética. Es sobre las palabras simples del viajero de la tristeza.
Fue el 25 de mayo de 1934. Bajo la lluvia.

miércoles, mayo 25, 2005

El oficio

Suena un taladro cerca de mi casa. El frío detiene el pensamiento. Busco mis ideas dispersas en un cajón, pero no encuentro las llaves para abrirlo. Es otoño. Los ojos de los hijos miran mis ojos y me acarician con sus sonrisas. "Vamos a jugar mejor". Voy con ellos. Siempre.

martes, mayo 24, 2005

La imagen

La vi muchas veces tatuada en las murallas de la ciudad, en las ventanas, en los letreros, en el humo de los vendedores de comida nocturna y trasnochada. La seguí de cerca. La respiré en el tráfago de la madrugada, junto a los cartones mojados y abatidos por el caballo del alba. Aún la siento.

miércoles, mayo 18, 2005

La lluvia en mis ojos

Cae agua en Santiago. Qué buen fenómeno el de la lluvia. Aunque debo confesar que a mí no me atrae del todo. "¿Qué?", me dijo un amigo cuando se lo mencioné, "¿por qué no te atrae la lluvia si tú escribes?". Porque no. Punto. Ahí acabó esa conversación en torno a la inspiración que supuestamente viene en cada trazo de agua que irisa las pupilas de la gente. Yo prefiero el día después. Un sol espléndido en pleno invierno, aunque sin ningún entusiasmo de su parte por darnos aunque sea unos minutos de calor amistoso. Llueve, sobre el campo el agua mustia cae fina... El poeta Carlos Pezoa Véliz lo sabía. Más allá de cualquier consideración epocal en su forma de escribir, él lo sabía. Cuando el agua cae es fina, grácil, leve, pero mustia también. Hay gente que corre bajo el agua de la lluvia. Está bien. Pero yo no. Aunque recuerdo a mi abuelita abogando para que mi madre me dejara en la cama sin ir al colegio porque la lluvia era muy insistente o esas figuras maravillosas que fabricabamos con las huellas que dejaban los camiones en una calle cerca de mi casa. Bueno, sí hay algo en la lluvia que me atrae, pero la prefiero cuando está en silencio, lejos de mis pasos, sin acariciarme el pelo, sin envolverme. La prefiero cuando no es...

lunes, mayo 16, 2005

Los ciclos poéticos

La palabra tiene un poder inapelable. Este lugar común me golpeó hasta el último de los filamentos de mi sensibilidad cuando mi hijo escribió "papá".
La simpleza de su rostro al escribir esa sola palabra retumbó en mí como si fuera el mejor de los poemas nunca escritos. O acaso no es el mejor que se haya escrito. Cuando leí el poema "Soledad" de García Lorca sentí que la poesía era necesaria en cierto modo para acompañar al menos un minuto de nuestras vidas y de pasada vi a un García Lorca que no conocía. Cuando vi que mi hijo escribió papá sentí esa fuerza de la palabra poética. Su experiencia (la de mi hijo) se me vino de golpe con su discurso, el escribió y me llamó papá, lo que se convirtió en su opera prima, en un día de lluvia, cuando pensaba en todas las horas que he estado sin un poema.

No muere el sueño